Es curioso que el ser humano haya dado con cosas tan inversemblantes como el arte de fumar. Se explica que el fumar se remonta hasta 5000 años antes de Cristo donde diferentes culturas del mundo usaban dicho arte principalmente para ceremonias religiosas. Después de que América se abriera ante Europa, la práctica de fumar se dispersó rápidamente por el gran continente eurasiático. En regiones como India o la Africa subsahariana se mezcló con las prácticas existentes (principalmente fumar cannabis). Esto marcó, en Europa, el inicio de una nueva actividad social y la introducción de una actividad desconocida hasta ese entonces.
La percepción cultural que rodea al hecho de fumar ha variado a lo largo del tiempo y entre un lugar y otro: sagrado y pecaminoso, sofisticado y vulgar. Es sólo hasta nuestros días y con la industrialización del sector que fumar ha comenzado a verse con un aspecto negativo. No voy a discutir la evidencia demostrada sobre lo perjudicial que puede llegar a ser el tabaco, pues el empirismo que rodea el mundo en el que vivimos se ha encargado de que así se haga.
Como curiosidad mientras leía sobre las shishas descubrí que en Turquía también existen los conocidos "coffeeshops" de Amsterdam, donde sirven pipas y el alcohol está prohibido.
Uno de los artes de fumar que más curiosidad florece en mi es la famosa shisha, conocida en su zona de orígen, Mesopotamia, como hookah o narghile. Para los que no conozcáis esto, la shisha es una pipa de agua. Se divide en dos partes reconocibles. Jarrón (shishe) y tubo de succión (marpuch). El jarrón, que contiene en su base agua, dispone de dos agujeros laterales. En la parte superior del jarrón, se adjunta un tubo que sirve para conectar con la pieza que contene las aromas a fumar. Éstas se aíslan del entorno con la ayuda de papel de aluminio y se agujerea para un contacto mínimo con el exterior. Encima del papel de aluminio se coloca el carbón para quemar, sin crear llama, las aromas. Uno de los agujeros laterales sirve para ventilar la zona interna del jarrón y el otro agujero sirve para succionar con la ayuda del tubo de succión.
El empleo de dicho instrumento es bastante simple: cuando succionamos por el tubo, el aire enciende el carbón, éste quema las aromas humedas generando un vapor aromatizado que baja tubo abajo. Se humedece todavía más en el agua del jarrón y posteriormente sale por el tubo de succión.
Los que ya me conocéis ya sabréis el porqué escribo esto, pero los que me leáis y no me conozcáis os habréis imaginado que acostumbro a fumar con dichos objetos. Y esto me lleva a contar el porqué de este prólogo.
Me pregunto siempre que cojo el puff de mi hermana y me tumbo junto a mi shisha a fumar qué es lo que más me gusta. Qué es lo que hace que vuelva a repetir esta acción tantas veces, acompañado o solo, qué más da!
Me parece increïble succionar el humo, sentir el sabor a manzana en mi boca y luego soltar una bocanada de anillos de humo. Oh, si, como disfruto haciendo anillos. No pararía nunca de hacer anillos. Son tan... perfectos... poder agujerearlos con el dedo en cuanto salen. Disfrutar de la densidad del humo, que rápidamente se escapa para arañar el techo. Es algo tan versátil... Me parece bello. Hasta el olor del humo que se desprende no me resulta para nada molesto, a diferencia del HEDOR del tabaco, que me parece insuportable.
Tumbarse a mi sofá preferido, de 3 plazas, a las 5 de la madrugada, encender el carbón y empezar la velada de las primeras horas del alba. Hablando de temas vitales, preocupaciones y dilaciones. Cuestiones éticas y cuestiones metafísicas. Discusiones nihilistas e immanentes. La compañía siempre es insuperable y la situación immejorable.
Supongo que el momento también acompaña. Nunca te fumas una porque te parece que ya toca. Simplemente ella está allá, y espera paciente en un rincón de la habitación a que encuentres el momento en que te sientes bien, en que quieras relajarte aún más y, aunque parezca un tópico, enciendes el reproductor de música, le des a la lista de Reggae y escuchas esta música que tan bien compagina las caladas. Cierras los ojos y te sientes bien, no sabes porque. Sonríes. Puedes mirar todo tu alrededor y lo ves todo distinto. Lees o piensas. Sea lo que sea, te sumerges hasta puntos que sorprenden. Es otra manera de contactar contigo mismo.